Especial: La Patilla
Como si de un deporte extremo se tratara, Bryan, Samuel y Alexandra caminan las empinadas calles del barrio caraqueño de Catia con una cesta a cuestas cargada con plátanos. El objetivo: intercambiarlos por productos que luego venderán para poder sobrevivir en medio de la severa crisis económica venezolana. El trueque del siglo XXI.
La necesidad llevó a estos jóvenes de 27, 24 y 22 años, respectivamente, a entrar en este modelo de “negocio” -como ellos le llaman- y cuyos principios se estilaban en la época de la colonia.
Sin embargo, esta forma de trueque les ha permitido sortear la crisis y acceder a algunos “placeres” como comprarse un par de zapatos.
La crisis económica venezolana es tan profunda que, para una persona de una zona popular como Catia, puede ser difícil comprar un par de zapatos nuevos, pues el salario mínimo en Venezuela es de menos de un dólar.
Al grito de “se cambian plátanos” y con una cesta sobre los hombros, los jóvenes recorren el barrio desde primeras horas de la mañana para cambiar con los vecinos de la zona cuatro frutos por un paquete de arroz, pasta, granos, harina o cualquier otro producto alimenticio que se venda por kilo.
El producto que más consiguen los “plataneros” como intercambio es el arroz; y casi todos los artículos que los habitantes de la zona cambian son aquellos que vienen en las bolsas alimenticias que entrega el Gobierno de forma subsidiada y que se conocen como CLAP.
La gente intercambia más el arroz, explican, porque en la caja de alimentos vienen seis o siete paquetes.
El “trueque” de plátanos por productos comenzó a propósito de la pandemia, en marzo del pasado año, asegura Bryan Blanco.
“Desde que comenzó la cuarentena empezó todo este proceso de los cambios, los trueques”, comentó el joven a EFE que, además, aseguró que actualmente también se está intercambiando jabón líquido y otros productos de limpieza artesanales, pero en menor medida.
Al principio, los habitantes de la zona lo veían un poco “extraño”, pero poco a poco se fueron familiarizando y se dieron “cuenta que les resulta, porque es cuestión de ayudarlos”, agregó Blanco, pues los plátanos son entregados en las puertas de las casa de cada vecino que sale a cambiarlos por un paquete de arroz o pasta.