El vicepresidente del Consejo para la Transición Democrática en Cuba y portavoz del partido Argo Progresista, Manuel Cuesta Morúa, asegura que el gobierno de Miguel Díaz Canel ha roto las bases de la legalidad de su propia Constitución y ahora están abiertas las posibilidades para la acción política que conduzca a la democratización de la isla
En la mañana del 11 de julio la imagen de un régimen socialista totalitario absolutamente sólido y que irradia su influencia hacia otras naciones se hizo añicos en un tris. Las calles de Cuba, desde La Habana hasta sus localidades más remotas se vieron inundadas, pero esta vez no por las aguas de algún huracán que cada temporada golpea con fuerza a las islas del Caribe, sino por miles de manifestantes que reclamaban el cese del gobierno de tendencia comunista y la apertura a las libertades democráticas.
Manuel Cuesta Morúa, quien es vicepresidente del Consejo para la Transición Democrática en Cuba y es portavoz del partido Argo Progresista se encontraba tras las rejas al amanecer de ese 11 de julio, un paradero muy común para quienes se oponen a un gobierno totalitario y suman esfuerzos para que sea el pueblo y no un partido o un caudillo quienes conduzcan sus destinos.
Aunque salió poco después, pudo tener contacto con las nuevas oleadas de presos que llegaban por participar de las manifestaciones y de esa manera constató no solo la determinación de buena parte de la población por dejar el régimen que en 62 años nunca llegó a cumplir la promesa de una vida mejor, sino que alimentó todo un mito sobre un supuesto proceso revolucionario sustentado en las penurias de la gente y donde el bienestar llega solo a una burocracia.
Manuel Cuesta Morúa señala derribo de figuras míticas
El activista por los DDHH, asegura que hubo durante las manifestaciones un hecho simbólico que demuestra con mucha fuerza la ruptura entre las nuevas generaciones y las figuras de la revolución cubana y ocurrió cuando quien fuera ministro del Interior de Cuba por mucho tiempo, un expedicionario del yate Gramma, asaltante del Cartel Moncada, quien fundó servicios de inteligencia y es considerado un ‘histórico’ del proceso de la isla, Ramiro Valdés, fue utilizado como símbolo y presencia física para tratar de contener las manifestaciones en una región simbólica como es la Plaza de Palma Soriano y fue repudiado por la población.
“Él llegó para imponerse como figura mítica de la revolución cubana y el recibimiento fue rupturista, desde expulsarlo verbalmente, pidiéndole que abandonara Palma Soriano hasta gritos de asesino. Nadie quiso escucharle”, contó Manuel Cuesta Morúa, quien es historiador, formó parte de la Corriente Socialista Democrática Cubana y ha trabajo en la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional.
El fundador del Arco Progresista, que reúne a organizaciones de naturaleza socialdemócrata, destacó la importancia de que “un activista de la región llegó con arrogancia revolucionaria tratando de disolver con su sola presencia la manifestación que estaba ocurriendo y los habitantes de la región no lo atacaron violentamente, pero le gritaron todos los improperios posibles que puede gritar una gente que está harta y molesta con el fracaso del proceso cubano. Que esto haya ocurrido con una figura mítica es índice claro de la ruptura del gobierno y la sociedad cubana”.
Era previsible, pero hubo sorpresas, aseveró Manuel Cuesta Morúa
-Desde otros países se evidenció sorpresa por las manifestaciones del 11 de julio, ¿fue igual de sorpresivo para ustedes en la isla o era previsible?
-Era previsible que sucediera algo de esta naturaleza. En los últimos años se venía abriendo el espacio cívico, los ciudadanos venían forzando la apertura del espacio cívico en Cuba, que había estado controlado por parte de un estado totalitario, a diferencia de otros países con autoritarismo pero que cuentan aún con espacios cívicos. Había pequeños conatos, demandas diversas en distintas regiones del país y en los últimos meses estos movimientos cívicos se venían reforzando con la actividad del sector cultural, que ha venido exigiendo demandas claves, de políticas culturales del Estado. Así que había una previsibilidad para el aumento de estas protestas.
“Pero también fue sorpresivo –acotó- en tres vertientes, primero por la magnitud, fue en toda la isla; 62 ciudades y pueblos se manifestaron. Eso no lo podía prever nadie y fue un elemento de sorpresa, incluso para los que estaban en la manifestación”.
“La segunda es con respecto a la sociedad civil organizada. Mucha gente pregunta por qué las organizaciones de la sociedad civil no lideraron esto y creo que es que fue sorpresa para ellos, y la tercera fue para el gobierno, que obviamente estaba subestimando el calado y la profundidad de las necesidades de la gente, que no pudo ver hasta qué punto la gente está harta de políticas erráticas y la poca visión de Estado, porque tienen es una visión de partido. En estos sentidos hay una mezcla de previsibilidad y sorpresa”, asegura Manuel Cuesta Morúa.
Un cóctel de detonantes
-¿Cuáles han sido las principales demandas de las personas que han participado de las manifestaciones?
-Curiosamente son de naturaleza política, en todas las manifestaciones primero se entonó el himno Patria y Vida, que es como una síntesis de un nuevo paradigma y ruptura con el viejo paradigma del “patria o muerte” de la revolución cubana. Eso sintetiza la demanda política. La segunda razón es que la gente estaba pidiendo en casi todos los lugares que el presidente no electo (Díaz Canel) renunciara, tanto él como, por extensión, su equipo de gobierno, que diera un paso al costado. Entonces hay una personalización, que es interesante porque tiende a determinar las competencias o incompetencias que puede tener un gobierno.
“También que la gente en esos cánticos caribeños y muy extendidos como ‘abajo quien suba’, demuestran una demanda también muy fuerte. Es un análisis interesante, porque conecta la manifestación de Cuba con el tipo de manifestación que se ha venido dando en América Latina, que empieza con una demanda puntual concreta, en la economía, las tarifas (servicios), el transporte, pero termina en una demanda política clara”, explica Manuel Cuesta Morúa.
En definitiva, sostiene que los detonantes son varios, en primer lugar, una crisis crónica, tanto la puntual de la economía, como la agudización de la misma por los efectos de la pandemia, los cortes de electricidad, las subidas de precio y la llamada ‘tarea de ordenamiento’, que describe como una especie de apartheid económico, porque permite el acceso a bienes básicos para quienes dispusieran de monedas extranjeras, yen, dólar, libra, euro, mientras la mayor parte de la población maneja una moneda nacional con muy poco valor.
“Fue un cóctel que disparó las marchas y que invirtió la naturaleza de las demandas y las convirtió de manera política. Muchas personas de la sociedad civil no creían que la sociedad cubana estaba madura para el cambio democrático”.
-¿Cuál es la situación de las ONG y movimientos ciudadanos, tuvieron articulación antes de las manifestaciones?
-Hay un nivel de articulación que se viene gestando con algo menos de éxito, pero no tuvieron que ver (con las manifestaciones); va corriendo, pero de forma paralela. Quizás el impacto de la sociedad civil o la conexión tiene que ver con la incorporación de cierta narrativa en la sociedad civil que se potencia a través de las redes sociales. Uno se da cuenta por el lenguaje, las demandas de libertad, a favor de los DDHH o el lema de abajo la dictadura, eso es parte de la narrativa de la sociedad civil que viene penetrando por las redes sociales ahora y que van apareciendo con una nitidez mayor y una progresión más madura de la manifestación, pero la articulación va por otro camino.
Abundó exponiendo que en los últimos meses hay una nueva articulación de organizaciones como el Consejo para la Transición Democrática en Cuba, organizaciones de diversas ideologías, casas políticas, y organizaciones más ligadas a ONG de DDHH o sindicales de diversa naturaleza en esta coalición, que trata de funcionar como gobierno paralelo o en la sombra que va impulsando una agenda.
“Es de reciente creación, y no ha tenido que ver con estas manifestaciones espontáneas. Si se hubieran organizado en una interpretación intuitiva sobre por dónde era que la sociedad iba, hubieran tenido mensaje claro”.
Acelerar la agenda
-¿Cree que existe posibilidad de actuar políticamente?
-Hay posibilidades inmensas. Mucha gente se va acercando, junto a otro colega del movimiento San Isidro, estuvimos detenidos el día previo a la manifestación, desde el 11 al 12 de julio y por la celda en que estuvimos fueron pasando ciudadanos que habían participado de la manifestación y los habían detenido, otros están presos todavía, otros salieron, pero desayunaron con nosotros, demostraron una articulación más madura, y todos se identificaron con lo que estamos haciendo. Creo que ahora se abren muchos caminos de articularse con la ciudadanía para impulsar una agenda.
“Algunos pretenden –continuó- traducir el entusiasmo en proceso político, pero la radicalidad de las demandas es una cosa y la acción política es otra. Estamos acelerando la agenda que vamos a presentar, estamos conformando una red de apoyo y lo primero que hemos hecho es acompañar a familiares de los detenidos; hay 600 jóvenes detenidos y les están haciendo juicios sumarios. Las familias no tienen conocimiento ni experiencia, pero pronto vamos a echar adelante una agenda. Hay posibilidades inmensas de abrir un proceso político más profundo”.
Ruptura radical
-¿Cómo se ha dado esa desconexión de las nuevas generaciones con los valores y figuras de la revolución cubana?
-La ruptura de los nietos con los abuelos fundadores de la revolución es total y explica la virulencia con la que se atacó en redes y manifestaciones la figura de quien le da continuidad al proceso, la figura (del presidente) Díaz Canel, lo que es la expresión máxima de esta ruptura con el modelo.
“La manera en que los jóvenes proyectaron su virulencia contra la figura de Díaz Canel, quien pretende encarnar la continuidad del modelo de los abuelos, indica la ruptura con los mitos de la revolución cubana desde dentro. Esto es Importante para la visión que tiene ciertos sectores de la izquierda que abordan la identificación de la revolución con la juventud y el pueblo, Hay una ruptura radical”, sostiene Manuel Cuesta Morúa.
-¿Cómo ha sido la labor de periodistas y activistas de DDHH?
-Los más atacados han sido los periodistas independientes, que han abierto medios, tienen una voz propia pública en Cuba y en el extranjero. Muchos han sido sitiados, no se les permitió participar en las manifestaciones. Una joven periodista llamada Camila Acosta, que trabaja para un medio cubano y otro español, que es ABC, estuvo desde el día 2 de la manifestación hasta el día 14 retenida, hubo una fuerte campaña inicial para su liberación, y ahora está libre, pero todos los periodistas están con prisión domiciliaria, “legal” en algunos casos y en otros casos tácita, rodeados en su casa porque el gobierno quiere impedirles que tomen nota, hagan sus reportajes, tomen contacto con los manifestantes o den visibilidad a sus casos.
“Se dio la circunstancia de uno de los fotorreporteros y realizadores de Patria y Vida, llamado Anyelo Troya, que el día de ayer (jueves 22 de julio) fue juzgado sumariamente a un año de prisión por estar de observador y testigo de la manifestación, tomando fotos y videos, lo encarcelaron y ayer resultó juzgado sumariamente sin respeto al debido proceso”, añadió Manuel Cuesta Morúa.
Gobierno rompió su propia “legalidad”
-¿Cómo ha sido la actuación del gobierno cubano con respecto a ciudadanos que han participado de las manifestaciones?
-Muchos están detenidos, incluso sus familias no conocen los lugares donde están detenidos, esto motivó (que se activaran) movimientos de madres del 11-J, y se han ido moviendo hacia estaciones de policía para conocer el paradero de sus hijos. Están ocurriendo detenciones nocturnas y alevosas sin apego al debido proceso, llega la policía con agentes de seguridad del Estado y miembros de grupos paramilitares tocan puertas de jóvenes que han identificado como más agitadores en marchas, se lo llevan detenido y no le dicen a los familiares donde los llevan. El caso más emblemático es el del fotorreportero Anyelo Troya, que junto a otras 12 personas han sido juzgados sumariamente y no le permitieron presentar abogados.
“El gobierno ha roto las bases de su propia legalidad –argumenta Manuel Cuesta Morúa-. Supuestamente en 2019, hace un par de años, se aprobó una nueva Constitución que suponía una nueva disposición de actuación sujeta a la legalidad, aunque no al derecho fundamental, pero la actuación del gobierno ha roto con todo eso a través de los juicios sumarios, que tienen como propósito dar escarmiento a muchos de los manifestantes, que fueron miles en las ciudades principales, pero no van a poder encarcelarlos a todos”.
Efecto en otros países
De ser el centro de donde se propagaban las ideas de una revolución contra la opresión de los económicamente poderosos que paradójicamente requiere la opresión de la mayoría en favor de unos privilegiados que ostentan el poder, las manifestaciones registradas en Cuba a partir del 11-J irradian ahora vientos de cambio político en la región, donde ya se está poniendo en entredicho el paradigma del apoyo a regímenes totalitarios para justificar una lucha contra el poder económico y se está abordando el proceso cubano desde la perspectiva del respeto a los DDHH y a la autodeterminación de los pueblos.
En este sentido, Manuel Cuesta Morúa está seguro de que las imágenes que han dado la vuelta al mundo de las protestas masivas contra el gobierno de Cuba tendrán su efecto en otros países, especialmente en América Latina.
-¿Cree que lo ocurrido en Cuba puede tener Influencia en otros países?
-Creo que sí, va a tener impacto interesante y positivo para fuerzas democráticos en estos países u otros que están en la órbita de Cuba o que podrían entrar en ella como Perú con Pedro Castillo. Esto va a desmontar el mito del templo consolidado de la izquierda en América Latina.
Explicó que, hasta el 11-J, parecía que aun con los obstáculos del gobierno, había un templo consolidado con la revolución cubana que servía de lugar de encuentro, reproducción del mito y de espacio influyente para la narrativa de América Latina que servía a los regímenes autocráticos que han tratado de sobrevivir, como Nicaragua.
“Esto estremece esos regímenes, demuestra que Cuba no es un lugar donde es sólido el modelo de izquierda de nuevos tiempos, y presiona más a las élites que están en el poder”, asevera.
En su opinión, en Venezuela se verán también estos efectos. “Va a presionar más la posibilidad de cambio y al gobierno de Nicolás Maduro en la dirección de aceptar determinadas realidades, ya no puede contar con Cuba. Quedará algún remanente, un sector de izquierda persistirá, pero eso va a obligar a replantearse unas cuantas cosas en Venezuela, al igual que en Nicaragua y hasta en el Foro de Sao Paulo, donde puede entrar a discutirse el tema de los movimientos sociales en regímenes autoritarios de izquierdas. Es una ponencia que podría llevarse y podría demostrar la desconexión entre el gobierno cubano y su pueblo, desmontar la idea de que el gobierno representa al pueblo, que ahora se debilita».
Similitudes con otros procesos
-Desde 1989 hemos asistido al desplome de la Unión Soviética, la caída de los regímenes de la Europa del Este y las llamadas primaveras árabes. ¿Con qué procesos se podría comparar lo que está ocurriendo ahorita en Cuba?
-No lo compararía con lo que sucedió en Europa del Este. Curiosamente fue un proceso in crescendo que dio en corto tiempo al traste con estos regímenes. Alemania Oriental, el derribo del muro de Berlín, fue por una explosión continuada y que no pudo detenerse, del pueblo de ese país. Hubo un continuo que no se da en Cuba. La espontaneidad del movimiento es lo que hace homologable a lo que sucedió en Europa del Este, pero yo la compararía más con el intento que se ha dado de manifestaciones en Venezuela, Nicaragua o algunos países del Medio Oriente, es algo que genera lecciones para la sociedad civil, porque no significa que las manifestaciones populares puedan conducir por sí solas a Estados democráticos.
“Estamos en esta nueva ola de manifestaciones sociales, de protestas populares que se sitúan en lo que sucedió en Venezuela, la primavera árabe, Nicaragua y demuestra una lenta conversión del gobierno cubano, que va perdiendo el control de la sociedad y va pasando de totalitario a autoritario. Ya no tiene ese mismo nivel de control”, advierte.
Actuación de la Comunidad Internacional
-Durante seis décadas se observó que Cuba fue objeto de bloqueos y sanciones que no surtieron efecto. ¿Cómo cree que puede actuar la comunidad internacional para ayudar efectivamente a una transición democrática en Cuba?
-Por un lado, afinando mejor una estrategia de conjunto entre los países democráticos que tienen intereses de que Cuba evolucione hacia la democracia. Tiene que haber un mejor alineamiento, y eso supone una estrategia mucho más inteligente, quizás menos confrontativa , pero mucho más inteligente, que no bloquee ni cierre espacios para el pueblo cubano, la sociedad civil, lo que implica dar un apoyo más decidido a esfuerzos de concertación y estratégicos que vienen desde dentro del país.
“Hemos visto que a veces no ha habido claridad en la agenda del cambio democrático. Es importante que se apoyen agendas fraguadas al interior de Cuba, no que vengan de fuera de Cuba, si no, se va a perder el momento de construir una mayoría por el cambio democrático. Esa mayoría tiene que articularse internamente y al interior de Cuba. Es importante para que no fracase, por ahí debe ir la comunidad internacional con mucho tino porque las presiones globales no funcionan, tal vez las individuales lo hagan más”.
Manuel Cuesta Morúa aclara que considera que el embargo no ha sido el culpable de la situación interna de Cuba y que las demandas de la gente no son contra las políticas de EEUU, pero estima que la eliminación del embargo crearía condiciones posibles para acelerar la posibilidad del cambio democrático, aunque esto no depende del fin del embargo.
“Debe haber sanciones a quienes incurran en violaciones a los DDHH, pero éstas deben desvincularse de la idea de que presionando con el embargo van a construir condiciones para la transición a la democracia en Cuba”, señala.
Para finalizar, Manuel Cuesta Morúa resalta que las jornadas de protesta suscitadas a partir del 11-J constituyen un proceso histórico para Cuba, y esto porque es la primera vez se dan manifestaciones en toda la isla en toda su historia.
“Esto no había ocurrido en la época de Machado ni, por supuesto después de 1959; es un acontecimiento histórico, no se debe dejar que se enfríe, esto revela la importancia de que fuerzas democráticas de la región se apoyen mutuamente, deberíamos trabajar codo a codo y cooperar porque esto demuestra que la suerte de la democracia en un lugar está ligada a la suerte de la democracia en los demás lugares”, puntualizó.