Los transportistas se ven en la obligación de endeudarse en dólares para mantener las unidades de transporte activas y así evitar salir de circulación ante la desaparición de los créditos bancarios y las jornadas de venta de repuestos, cauchos y lubricantes por parte de Fontur
Luna Perdomo | Zulvyn Díaz
El parque automotor de transporte público del país está envejecido y los estímulos a los dueños de autobuses o de los conductores son pocos; sin embargo, los transportistas optan por endeudarse —mediante préstamos de cooperativas, familiares y amigos— para resolver las necesidades más apremiantes y mantener andando las unidades para reunir en bolívares el monto de las deudas que adquirieron en dólares.
Conseguir divisas prestadas para resolver problemas mecánicos, de cauchos, batería y aceite es la tabla de salvación a la que recurren muchos transportistas de diversas rutas para mantenerse activos y no extinguirse.
Entre los gastos más comunes están los cauchos. Algunos prefieren «las chivas» o reencauchar, según el presupuesto, pero la mayoría trata, en lo posible, de montarlos nuevos porque «al final es lo mejor porque duran más», dicen. Otro gasto constante es el de los frenos y el aceite, que varía en cantidad según el vehículo y se consigue desde 4,5 dólares el litro.
Desde que los bancos dejaron de otorgar créditos tras las devaluaciones que pulverizaron el bolívar, y las jornadas de venta de repuestos, lubricantes y cauchos organizadas por el Fondo Nacional de Transporte Urbano (Fontur) se hicieron más esporádicas e insuficientes, los propietarios de autobuses y camionetas por puestos se vieron obligados a salir de circulación ante la falta de presupuesto y opciones crediticias que les permitiera mantenerse en las calles.
No obstante, la dolarización (parcial y de facto) de la economía nacional lanzó una nueva luz de esperanza que parece brillar para muchos transportistas, quienes a través de préstamos que reciben de cooperativas, familiares y amigos logran arreglar sus vehículos y salen a trabajar para pagar las deudas que adquirieron y seguir rodando.
«Aquí no hay que tener miedo a endeudarse porque uno sabe que si se endeuda es para resolver y salir a producir. Eso es lo importante, que el carro esté trabajando; es la prioridad», comenta Cristian Suárez, dueño de una camioneta de la línea Casalta-Chacaíto-El Cafetal que estuvo más de tres meses accidentada.
Asegura que para repararla trabajó arreglando yates en Higuerote y la otra parte del dinero se la prestó su hermano. «Gasté $1.500 y eso porque mi hermano me ayudó con la mano de obra», dijo Cristian.
Dentro del galpón donde guardan las unidades de esta línea de transporte hay otros autobuses con meses y hasta años accidentados por diversas razones, pero comparten el mismo mal: falta de plata para la reparación.
En este sentido, la ingeniera civil y especialista en diseño de carreteras Celia Herrera sostiene que históricamente en el país «no hay cultura de mantenimiento» y es por ello que se da el deterioro de los carros y agrega que en la actualidad conservar las unidades de transporte público «se hace más cuesta arriba en la medida que el ingreso es muy reducido versus los costos de los bienes e insumos para hacer mantenimiento rutinario de cambio de aceite, revisión de frenos, revisión del motor, cambio de lubricante, presión de inflado de los cauchos, limpieza; y de ahí el deterioro progresivo».
Herrera también expone que a las condiciones de las unidades de transporte público hay que sumarle otras circunstancias externas como el mal estado de las vías, el mal funcionamiento de los dispositivos de tránsito que conllevan mayores daños a los vehículos automotores, por ejemplo: presencia de baches o fallas en el pavimento, reductores de velocidad mal colocados o semáforos dañados, «que van en detrimento del buen funcionamiento de las unidades de transporte público».
Transporte insuficiente
Pese a que Celia Herrera dice que no tiene información fidedigna sobre la disminución de la flota de transporte público, recuerda que los mismos integrantes de cooperativas y asociaciones civiles de transporte público han advertido de una reducción de 80% de unidades tras haber sufrido averías y haberse desincorporado «porque los dueños no tienen recursos para acometer esas labores (de reparación) o porque la gente ha migrado a otra actividad económica más segura y que propicie mejores ingresos que los que puedan tener con las unidades de transporte público, particularmente por la inseguridad ciudadana», señala la también presidenta de la Sociedad Venezolana de Ingeniería de Transporte y Vialidad (Sotrovial).
Dice que aunque la demanda ha bajado por las restricciones de movilidad por la pandemia de la covid-19, antes ya existía una crisis de transporte. Desestima que en los últimos años haya habido una recuperación del sector. «Creo que la oferta sigue siendo insuficiente y algunos indicadores son las largas colas de espera en las paradas y la cantidad de personas que van colgando en las puertas de las unidades o apiñados dentro de los autobuses».
En los estacionamientos de transporte público de Caracas es común ver decenas de autobuses abandonados desde hace meses o incluso años porque a sus dueños se les ha hecho imposible costear los gastos de reparaciones. También se ha hecho común la desaparición de rutas de transporte ante la escasez de unidades.
Miguel Díaz es socio de la asociación de transportistas de la línea Casalta-Chacaíto-El Cafetal y dueño de un Encava que tiene más de un año accidentada por problemas con el motor. «Necesito al menos $2000 para comprarle todos los repuestos y no los tengo», asegura.
Mientras tanto, Díaz trabaja como avance con otro carro, cinco días a la semana, para ir resolviendo. Añade que debido al racionamiento del combustible y la insuficiencia de los 80 litros que les venden día por medio a los transportistas solo pueden dar unas pocas vueltas y no es rentable para nadie.
«Hace poco, el dueño del carro le mandó a rectificar el tren delantero y le montó los cauchos delanteros nuevos, con dinero que la línea le prestó a través de una cooperativa en la que se paga una cuota mensual por cada miembro para facilitarles préstamos a los socios», dice Héctor Manrique, avance de una camioneta.
Este conductor aclara que aunque la iniciativa de los préstamos no es nueva, había desaparecido con la devaluación del bolívar, y ahora resurge con el aumento del uso de los dólares, pero enfatiza que no la practican todos los transportistas. Sin embargo, asegura que ya no es rentable el oficio que ha ejercido por más de 30 años. «Nunca será buen negocio pagar los gastos en dólares y cobrar el pasaje en bolívares».
Respecto a los costos de las tarifas, Celia Herrera recuerda que «es muy baja para quien presta el servicio, pero muy alta para quien lo paga porque el ingreso del sueldo mínimo no alcanza a ser suficiente para cubrir ni una semana de viajes ida y vuelta».
Los emblemáticos autobuses Mercedes Benz, conocidos popularmente como «recogelocos», han recorrido las calles y avenidas de Caracas desde mediados de la década del 70. Actualmente, 24 ejemplares de estos iconos del transporte caraqueño, pertenecientes a la Asociación de conductores Magallanes-Chacaíto, continúan dando la batalla contra todo pronóstico.
«Yo soy dueño de tres carros y soy discapacitado, también soy padre de una niña de 12 años, por eso tengo que tratar de resolver y sobrevivir», comentó José Alberto Nava, socio de la línea. Asegura que siempre hay que buscar la manera de solucionar, sea mediante préstamos de cooperativas o a través de la cacería de oportunidades con carros de líneas que han desaparecido.
«La empresa Colectivos del Norte, que tenían autobuses que iban para San José, quebró y dejó muchos repuestos, entonces uno va tanteando y buscando soluciones con piezas de otros carros», explica.
Nava, igual que muchos otros transportistas, coincide en que por los momentos el transporte público no es rentable ni para los dueños ni para los usuarios. Pues, la mayoría hace un esfuerzo por continuar operativos, pero pocos pueden mejorar la calidad del servicio y menos cobrando el pasaje en bolívares.
«El transporte público suele ser insuficiente porque la mayor parte de la población, por sus bajos ingresos, se mueve en transporte público, aunque el deber es que el transporte público sea tan bueno que todos nos queramos mover en él, pero no es lo que ocurre en el país», agrega la ingeniero Herrera.
Estado y transporte público
El Estado ha buscado opciones para mejorar la situación del transporte público en el país por medio de la incorporación de unidades Yutong y otras similares en rutas de transporte, pero aún siguen siendo insuficientes.
Celia Herrera reconoce que ha habido un esfuerzo por parte de las autoridades para tratar de absorber la demanda de transporte público y no depender de las líneas privadas. Muestra de ello son las unidades del Sistema Integral de transporte Superficial S.A (Sitssa), TransMiranda, Metrobús y algunas otras iniciativas del Estado, pero lamenta que «todavía no alcanza a ser suficiente y una buena red» y siga siendo mayor la demanda que la oferta.