La salida de Afganistán de las tropas de EEUU deja más preguntas que respuestas, sobre todo por el hecho de que tanto Donald Trump como Joe Biden aseveraron que los militares afganos tendrían el control tras la salida de las tropas, algo que no ocurrió. Pese a que los talibanes han prometido trabajar en la formación de un gobierno con libertades, su llegada no es vista con buenos ojos
“Vendrán por gente como yo y nos matarán”, exclamó Zarifa Ghafari, la primera mujer en ocupar el cargo de alcaldesa en una ciudad de Afganistán (Maidan Shahr), luego de que el régimen Talibán se hiciera del poder en ese país apenas se consumó la retirada de las tropas estadounidenses que por casi dos décadas mantuvieron a raya a los insurgentes.
Todo cambió de un momento a otro. Tras la salida del ejército de EEUU, el presidente afgano Ashraf Ghani huyó y los radicales tomaron el control de las principales ciudades en un dos por tres. La toma del grupo radical dejó en entredicho los objetivos y las promesas que según el gobierno norteamericano fueron “cumplidos”, entre ellos preparar a las tropas de Afganistán para hacer frente a los rebeldes.
El miedo regresó a las calles. 20 años después de haber sido derrotados por el ejército de los Estados Unidos y la coalición internacional, que se conformó luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, los extremistas tomaron el control.
Y con la vuelta del talibán Afganistán recuerda los cruentos hechos vividos entre 1996 y 2001, cuando el grupo fundamentalista gobernó al país. Bajo su mandato, los asesinos y adúlteros eran condenados a muerte y estas sentencias se ejecutaban de forma pública e inmediata; a los culpables de robo se les amputaban las manos como castigo; los hombres debían dejarse la barba y las mujeres tuvieron que llevar el tradicional burka de cuerpo entero; mientras que los homosexuales sufrieron la cruenta muerte de ser lapidados o sepultados vivos bajo un muro de ladrillos. La televisión, la música y el cine estaban prohibidos y las niñas sólo podían ir a la escuela hasta los diez años.
Según la ONU, se perpetraron al menos 15 masacres contra la población civil entre esos años, que se creen fueron perpetradas junto a combatientes de Al Qaeda.
Futuro incierto
“El futuro de Afganistán es incierto”, dice, lapidario, el internacionalista Félix Arellano. Para el experto la realidad se impone ante lo que cualquier funcionario pueda decir. Explica que aunque algún general del Pentágono pueda aseverar que los objetivos han sido cumplidos, lo palpable desmiente esa afirmación.
“Si estuviera hablando un general del Pentágono diría que lo cumplieron, pero por lo visto no es tan cierto o los afganos no estaban muy dispuestos a cumplir ese esquema, porque han caído con una enorme facilidad. Pareciera que las tropas se entregan apenas llegan los talibanes a las regiones”, subraya.
Arellano apunta que son varios los errores que se han cometido sobre el territorio afgano. A su juicio, la salida de las tropas estadounidenses no fue totalmente improvisada porque ese retiro se había firmado previamente. Lo que el internacionalista sí cuestiona es qué fue lo que hizo la fuerza de ocupación en dos décadas.
“La pregunta que se hace el mundo es qué hicieron en 20 años ¿Dónde está el ejército afgano? Fueron 20 años de entrenamiento y dotación de material bélico ¿Dónde está eso?” dice, recordando que según las cifras oficiales existía un ejército de 300 mil hombres.
En febrero del 2020, el gobierno del entonces presidente de EEUU, Donald Trump, suscribió junto a los talibanes el acuerdo de Doha, Qatar, en el que la nación norteamericana acordó la retirada de sus tropas a cambio de que los insurgentes no permitieran que en ese territorio se planearan o llevaran a cabo acciones que amenazaran la seguridad de EEUU.
De igual forma la salida de las tropas de EEUU deja más preguntas que certezas, sobre todo por el hecho de que tanto Donald Trump como Joe Biden aseveraron que las fuerzas de seguridad afganas tendrían el control tras la salida de las tropas.
Lejos de una victoria, occidente sale de Afganistán cabizbajo. El internacionalista Félix Arellano recalca que los países occidentales quedaron debilitados porque en 20 años no demostraron mayor capacidad para construir paz y gobernabilidad. Opina que el retiro deja ver que la solución militar no resolvió el problema.
Sobre lo que debería hacer la comunidad internacional ante la toma del poder de los talibanes, asoma que una posibilidad podría ser que occidente intente hablar con países como Irán, Pakistán y potencias como Rusia o China para contener cualquier intento de expansión.
Zona Roja
A medida que el talibán se establece, Afganistán se convierte en zona roja para todos, pero especialmente para las mujeres. Ya son múltiples las restricciones y prohibiciones que se han impuesto y estas implican un retroceso de los avances parciales y frágiles de las últimas dos décadas, reseña Radio Francia Internacional (RFI).
De acuerdo a lo recogido este 17 de agosto por el medio europeo, en la capital, Kabul, los comercios reabrieron y la gente volvió a salir a la calle, mientras que los talibanes vigilaban desde puestos de control. Pocas mujeres, añade RFI, se atreven a salir mientras que los hombres cambiaron sus ropas occidentales por el shalwar kameez -la vestimenta tradicional afgana- y la televisión estatal emite ahora programas islámicos.
Al respecto, el también internacionalista Nicolás Rojas, considera que la decisión de EEUU responde un análisis de costo-beneficio y es estimulada por datos de la realidad. Asevera que una intervención militar en el extranjero en estos tiempos no puede ser eterna, pues si no consigue los objetivos planteados puede resultar complicada de manejar.
Recuerda que la Casa Blanca justificó que la medida se había cumplido en el castigo a miembros de Al Qaeda y el intento de crear un gobierno de corte occidental. “Una ocupación no es perenne, sus costos son elevados. Está claro que no se pueden crear Estados con mandos a distancia”, agrega.
El internacionalista enfatiza que el ejército talibán tomó el control ante la entelequia de una construcción frágil dirigida por las potencias extranjeras.
Frente a las cámaras
En medio de la incertidumbre, durante una rueda de prensa ofrecida este 17 de agosto, los voceros talibanes aseguraron trabajar en la formación de un gobierno, pero que se anunciará después de que sea un hecho. El portavoz, Zabihullah Mujahid, dijo que las mujeres serían “muy activas” dentro de su sociedad y que se les permitirá trabajar «dentro de los marcos de nuestras leyes islámicas». No dio más detalles.
El emisario talibán prometió que se respetará el papel de la prensa «libre e independiente», siempre que no trabaje en su contra.
Agregó que el suelo de Afganistán no se usará contra nadie, tras habérsele preguntado sobre el riesgo de que el país albergue a combatientes de Al-Qaeda.
Mujahid develó que las tropas habían planeado detener su avance a las puertas de Kabul para que el proceso de transición pudiera completarse sin problemas, pero que se vieron obligados a ingresar a la ciudad para garantizar la seguridad de los residentes.
Pese a lo dicho en la conferencia de prensa, la llegada del talibán no es vista con buenos ojos. Según la agencia de noticias afgana Pajhwok, el martes 17 de agosto residentes de la ciudad de Jalalabad denunciaron que los talibanes controlaban los precios de los suministros, el gas y el petróleo. El medio también reportó la primera protesta de mujeres para exigir se respeten sus derechos.
Viejo conocido
Nacido hace más de un siglo y revitalizado a principios de la década de 1990, estimaciones de la OTAN señalan que el ejército talibán cuenta con unos 85.000 combatientes que serían financiados por Arabia Saudí, con el objetivo de imponer el islamismo suní y, consecuentemente, imponer la aplicación de la estricta ley islámica o sharia.
Félix Arellano recuerda que el talibán resurge como uno de los grupos que se enfrentó a la Unión Soviética durante los años de ocupación de esa potencia (1978 y 1992) en apoyo al régimen comunista que gobernaba al país.
Los talibanes fueron la facción guerrillera que dio mayor confianza en aquel momento a los aliados internacionales contra los comunistas afganos y la URSS. De allí que el grupo fue utilizado por Estados Unidos durante la Guerra Fría contra sus archienemigos soviéticos, y fue financieramente apoyado por la rica monarquía saudita.
Pero el aliado interno se convirtió en un arma de doble filo una vez que se hizo con el poder. De acuerdo con la tesis doctoral Afganistán y el Régimen Talibán, presentada en la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, por Marcela Gabriela Mencia, «la interpretación radical del islam por parte del talibán derivó en una serie de reformas restrictivas de la libertad de acción y decisión de las mujeres».
Recuerda que se vigilaba la forma de vestir de las mujeres, su comportamiento en público, la libertad de tránsito y sus responsabilidades con la sociedad. Estas y otras restricciones se impusieron con el alegato de la purificación y reorganización del país, el cual había librado durante más de diez años la ocupación soviética. Esto, en parte, justificaría el radicalismo y fundamentalismo de los talibanes al aplicar la sharia.
Sobre el tema, Nicolás Rojas rememora un Afganistán de una época de oro, en la que Kabul era una ciudad cautivadora para los occidentales, capital de un exótico destino reconocido por la calidez de su gente; mientras que las mujeres vestían como deseaban sin temor a ser castigadas y podían ejercer su derecho al voto.
Libertades fuera de la agenda
Tanto Félix Arellano como Nicolás Rojas creen que poco podrían tardar los talibanes en imponer su régimen radical y cruento pese a las promesas de respetar, por ejemplo, derechos alcanzados por las mujeres.
“Creo que todo se puede volver a vivir”, advierte Arellano, quien cita declaraciones de jefes talibanes que han dicho que será una guerra contra la cultura occidental y que si no la cambiaban «tocará asesinarlos». Descarta que los talibanes permitan una flexibilización muy amplia, pues en la medida que no haya oposición ni resistencia tendrán campo abierto para aplicar su filosofía.
Rojas, por su parte, recalca que es más que claro que su identidad los va a llevar a esa misma práctica de radicalismo en el ámbito interior. “Va a ser muy doloroso para una población que se ha acostumbrado a vivir con normalidad. Es decir, las mujeres trabajando. Ahora podrían conculcarse esas libertades, porque imagino que en el menú de transacciones con sus aliados no van a estar estos temas”, apunta.
Nicolás Rojas considera que la agenda afgana y la de sus aliados se centrará en la geopolítica. Hace hincapié en que es importante analizar la sorpresa que muestran los actores internacionales por el derrumbe de lo que fue el Estado afgano, argumenta que al revisar la prensa de los últimos años esa nación estaba vapuleada por la división interna, corrupción y las rivalidades lo que puso a lo talibanes en bandeja de plata el control del territorio.